Mi viaje a Bruselas y Flandes

Casi siete meses después de volver de mi viaje por Bélgica, del que os dije, en su momento, que os enseñaría las fotitos a la vuelta, por fin he encontrado un ratito para mostraros todos los bellos rincones que visité y la magnífica gastronomía de la que disfrutamos. Esta escapada de seis días fue un éxito de principio a fin, no puedo poner ni una sola pega a este paraíso para los golosos al que me encantaría volver pronto. El viaje lo hicimos a nuestro aire, sin guías ni visitas organizadas, aprovechando el magnífico servicio de trenes que tienes este país. Nuestro primer destino fue Brujas, un lugar que, aunque suene a tópico, parece sacado de un cuento.




En el hotel Nicolas, un establecimiento pequeño y familiar, sin grandes lujos pero situado en el mismísimo Mark (Gran Plaza) pasamos dos noches que nos permitieron disfrutar de todos los encantos de esta Venecia belga. Si bella es de día, no os la podéis perder de noche. Nos gusto toda ella: sus callejuelas; sus plazas; la bellísima Basílica de la Sangre; sus puentes; sus canales; ese paseo en barca inolvidable; los espléndidos encajes de bolillo; la tarta de media tarde en la pastelería Prestige, justo al lado de nuestro hotel, con esa belleza de porcelanas colocadas sobre bandejas de plata antigua...




En cuanto a la parte gastronómica, en Brujas nos decidimos, después de ver en distintos foros las buenas críticas, por Gambrinus. Afortunadamente reservamos y acertamos de lleno. Una típica cervecería en la que pudimos degustar platos como el waterzooi (estofado de pollo a la cerveza rubia), el conejo con ciruelas pasas, las croquetas de camarón o las patatas fritas, entre otras delicias de la gastronomía local.




Otro de los restaurantes que visitamos en Brujas fue el Sint-Joris, no tan bueno como el anterior, pero en el que también pudimos seguir disfrutando de platos de la cocina tradicional como las endibias al graten, los mejillones (los pedimos con crema de puerros), estofado de ternera a la cerveza tostada...



El último de los restaurantes que probamos en Brujas fue la Brasserie Mozarthuis, situado en una plazoleta junto al canal. La comida fue deliciosa y el entorno del todo incoparable. Entre los platos que pudimos probar aquí se encontraba el pastel de Brujas, una especia de paté que nos gustó mucho.



Por supuesto, en Brujas también hubo tiempo para las cervezas...tamaño XL.



La siguiente parada fue Gante que pese a no tener el reconocimiento de Brujas bien podría competir en belleza con ella. Una ciudad con mucho ambiente, especialmente en los Paseos del trigo y de las Hierbas.



Y fue precisamente en Gante donde disfrutamos de la comida más peculiar y, tal vez, con más encanto del viaje, gracias a una pareja del lugar que nos lo recomendó cuando le preguntamos. Amadeus es uno de los restaurantes más antiguos de Gante y en sus salones se ha respetado la decoración original (eso ya empieza a sumar puntos) y además tiene la peculiaridad de que sólo hay cuatro platos para elegir, con un precio fijo y con la posibilidad de repetir tantas veces como quieras.



Nosotros (los cinco que íbamos) optamos por las costillas, por ser la especialidad de la casa, y acertamos de pleno.



A la hora de los postres hubo más disparidad de opiniones: una especie de arroz con leche belga, creme brulé, mousse de chocolate...



Después, pese al considerable empacho y a que eran las cuatro de la tarde, decidimos hacer una paradita en Julie´s House. Este rinconcito de tartas y chocolates nos lo habían recomendado y no podíamos perdérnoslo, así que hicimos un esfuerzo jeje: tarta de manzana, de queso, de tiramisú...




De vuelta a la estación de tren vi este tentador escaparate de cupcakes. Pese a lo mucho, mucho, mucho, mucho que lo sentí, aquí no pude tomarme nada: corría el riesgo de explotar. Lo que sí hice fue comprarme una bonita bandeja.



Otro de los días del viaje lo destinamos a visitar Malinas y Lovaina, esta última con un Ayuntamiento que nos dejó a todos con la boca abierta por su espectacular fachada. Aquí os dejo una fotito con mi niña.




Y, por fin, llegamos a Bruselas. Nos alojamos en un precioso apartamento (La Maison de la Poupée) situado en la Grand Place (las vistas desde las ventanas eran impresionantes) que sólo utilizamos para dormir ya que en una ciudad tan bella es imposible quedarse recogido. Fue una ciudad que nos sorprendió muchísimo ya que las expectativas que teníamos de ella no eran demasiado grandes pero al llegar a la Grand Place cambiaron de repente. en la fotopodeis ver a las cuatro chicas del viaje: mi amiga Elena (con ella y con su marido Juan, que en esta ocasión no pudo venirse, llevamos viajando toda la vida), yo misma, mi hija y mi suegra.



En lo que respecta a la parte gastronómica de Bruselas nuestras opciones fueron el restaurante Le Pré Salé (en el que repetiré si tengo la suerte de volver); el Café Arcadi, donde cenamos maravillosamente la última noche de nuestro viaje; y Chef Leon, un sitio bastante famosillo que aunque no estuvo mal tampoco nos apasionó. Mejillones, una vez más; caracoles de mar; carne de caballo; unas chuletitas; pollo con crema de manzana; o unos deliciosos tomates rellenos de camarón fueron algunos de los platos que degustamos.



En Bruselas es obligada la visita a la Galería Real, con su cubierta de cristal, sus columnatas, sus sofisticadas tiendas y...esta delicia de cafetería para merendar unas ricas tartas.



Los gofres son otra de las delicias locales y se pueden encontrar en cualquier esquina.



Y, por supuesto, los chocolates y bombones. Aquí sí que se pierde la cabeza, dos de cada tres escaparates están repletos de tentaciones chocolateadas, el propio país huele a chocolate y se hace difícil decantarse por una solo bombonería.



Para mí fue imposible así que decidí comprar en buena parte de ellas.



Una vez probados con calma mi elección es Mary Chocolatier. Pese a ser la más cara (unos 70 euros el Kilo, creo recordar) merecen la pena. Según leí en el propio establecimiento es la chocolatería que sirve a la Casa Real belga.



De vuelta a casa, después de un viaje que os recomiendo al cien por cien, este fue el recuento de las cosicas dulces que viajaron en mi maleta.