Hornacicos de cumpleaños

Como han cambiado las cosas desde que yo era una niña flacucha a la que su madre ponía mil mangas debajo de los jerseys para parecer más hermosa, que diríamos en mi pueblo, cuando me hacían una foto. Como sabéis mi infancia se desarrolló entre harinas, las de la panadería que primero fue de mis abuelos y después de mis padres y era precisamente en su obrador en el que hacíamos la vida: allí comíamos, en nuestra larga mesa de mármol blanco; hacíamos las tareas del colegio (bueno...yo en eso nunca fui demasiado buena); y, por supuesto, celebrábamos los cumpleaños, primero los de mi hermano y míos y, después, cuando me convertí en madre, los de mi hija. Eran cumpleaños muy distintos a los de ahora, en ellos los niños y los adultos se entremezclaban comiendo bocadillos y bebiendo fanta de esa que venía en botellas de cristal; cada vaso era diferente y los globos, alternados con alguna cadeneta, eran lo último en decoración. Pero si había algo que era seña de identidad de las fiestas de cumpleaños de mi familia eran los hornazos (o hornacicos, como diríamos en Águilas por nuestra peculiar costumbre de acabarlo todo en ico) con los que agasajábamos a nuestros invitados. Los hornacicos con huevo de codorniz, venían a ser lo que ahora las galletas fondant. Pese a la diferencia de estilos, el objetivo era el mismo: regalar a los niños algo que les dejase con la boca abierta y esta versión mini del hornazo lo conseguía. Así que, querida Carmen, con esta receta, que comenzó a hacer mi madre para mí y que después seguí haciendo yo para mi hija, me sumo al cumpleaños de Recetas de tía Alia. Espero que os guste.